Un tipo alto, delgado, de pelo medio canoso se arrastra
como una serpiente silenciosa entre los pasillos de un conocido fast food de la Gran Vía madrileña. Por su indumentaria deduzco que se trata sin lugar a dudas
del vigilante de seguridad.
Su rostro marcado por el tiempo, dibuja la apatía de un
trabajo que probablemente hace años ni se hubiera imaginado desempeñar. A pesar
de su mediana edad, camina erguido y en posición de máxima alerta observando
todo movimiento al compás de su desfile.
A veces, desvanece su mirada de vigía para perderse en
sus propios pensamientos que disimula con gran maestría, cuando hace que presta
interés hacia algún cliente que entra o sale del local.
El vigilante es ahora un preso que camina por su celda, ansiando cumplir su condena para poder zambullirse en la frenética vida gris
que le ofrece una ciudad que nunca duerme.
Desirée
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