Día 7
En
el almacén todo estaba a oscuras. Los pequeños se aferraban a mi cuerpo con
tanta fuerza que me impedía sacar el móvil para poder orientarme. Quedaba un 7%
de batería, pero lo suficiente para ver que la niña estaba mojada por haberse
orinado, cuando los infectados acabaron agónicamente con la vida de la joven; era
probable que también lo hubiera visto.
Cientos
de cajas se apilaban en grandes estanterías con una altura de unos cinco metros,
y me preguntaba, cómo diablos íbamos a salir de allí. No había ventanas al
exterior, toda la estancia era hermética, y parecía no haber más puertas. Los
infectados no tardarían mucho en abrirla y no sé cómo pero me daba la impresión,
que se estaban transformando en criaturas más organizadas. Durante las primeras
horas del contagio, manifestaban gran violencia porque el virus ataca
directamente al sistema neurológico y después, al sistema locomotor; de ahí su
caótica orientación. Poseen una extraordinaria fuerza física y parece que no
les afecte el dolor; a pesar de que a algunos individuos les falten las
extremidades y órganos. En cambio, en su segunda fase de contaminación, su
violencia se apacigua, caminan siguiendo pautas y organizan los ataques a base gritos y
gesticulaciones.
A
los pocos minutos, los golpes cesaron. Seguramente buscarían otras formas de
entrar. Los críos agotados, durmieron unos momentos mientras yo buscaba
alternativas de escape, antes de que fuera demasiado tarde.
Hallé
en el suelo una rendija metálica que comunicaba con un nivel inferior al
nuestro. Era lo suficientemente ancha para que mi cuerpo se deslizara por la
cavidad sin problemas; sólo tenía que desatornillar sus extremos.
Desperté
a los pequeños que aún se sentían extenuados y los bajé uno a uno, anudando varios
uniformes que encontré por el almacén.
El
hueco conducía directamente a los túneles del alcantarillado de Madrid.
Afortunadamente estaba señalizado con pequeñas chapas, aunque algo mohosas. El
olor pútrido de los cadáveres por primera vez desapareció, no había cuerpos en
este nivel, pero el ambiente estaba más húmedo por la confluencia de los
desagües.
Caminamos
hacia la Puerta del Sol, allí debía haber más salidas al exterior porque la
zona se encontraba ligeramente más baja que Callao, y en caso de lluvia, tenía
más riesgo de inundación.
La
batería del móvil marcaba un 3% y era lo único que me quedaba para alumbrar;
probablemente tanto la linterna como el mechero los había perdido en el
auditorio con las embestidas a la mujer.
A
los pocos metros de estar caminando escuchamos sonidos tras nosotros, los
infectados nuevamente se las habían arreglado para seguirnos. Las ratas, los
únicos animales que habíamos vistos vivos, nos adelantaban por los lados
ignorando nuestra presencia, y eso era muy mala señal. Corrimos en la misma
dirección que marcaban los roedores, y pensé; ¿quién mejor que estos mamíferos
para saber por dónde van?
-¡Por
aquí, señorita!-dijo el muchacho-Hay luz al final del túnel.
Nos
encontrábamos en una bifurcación y pero las ratas no iban en ese sentido.
-¡No!
Por ahí no. Confía en mí, debemos seguirlas.
Pero
el chaval asustado no me escuchó y continuó sin darse cuenta que se marcaban
sombras en movimientos, tapando intermitentemente la luz.
La
niña comenzó a gritar y me imploraba con gestos que fuéramos a socorrerle, pero
ya era demasiado tarde. Cogí con fuerza a la pequeña y corrimos hacia la
oscuridad del túnel opuesto, mientras el móvil vibraba indicando que la batería
se había agotado.
Buena idea lo de la segunda fase. Quería comentarte que he visto que has introducido un gadget de trafico, me ha gustado mucho. Si pudieras explicarme como lo has puesto, lo pondría yo también en mi blog. Gracias.
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