Dwarf sintió un cosquilleo
punzante e intermitente en su nariz, que le hizo despertar en mitad de la
oscuridad más absoluta. La luciérnaga misteriosa revoloteaba alrededor de su rostro,
pero Dwarf no la podía ver aunque sí sentirla.
-¿Eres tú, luciérnaga? No
puedo verte -dijo Dwarf asustado.
-Sí, soy yo. Me encenderé
para que pueda observar dónde estamos-afirmó la luciérnaga.
El enano se sentía dolorido.
El asalto en la senda tenebrosa le había dejado en su menudo cuerpo marcas
violentas y no recordaba nada. Al momento, vio una tenue luz que se movía
rápidamente en sus proximidades, y cuando su vista se adaptó al leve resplandor,
recordó con familiaridad la esbelta figura de la luciérnaga.
-No veo a mi unicornio en
este lúgubre lugar -expresó asombrado Dwarf.
-Su unicornio escapó de los
asaltantes. Cabalgó descontrolado entre el sendero y es posible que se
perdiera, señor enano. Nuestros raptores son duendes a las órdenes del rey Wicked,
y tras nuestra captura no percibí ningún interés por ellos de ir a buscar al
unicornio.
-¡Un
momento, señor Dwarf! Dice usted que su unicornio se perdió, pero… ¿cómo
se perdió? ¿No sería más bien que huyó en cuanto tuvo ocasión? -opinó el
leñador mientras se moría por decir la palabra cobarde.
-Estimado caballero, no mal
interprete la nobleza de mi rocín. Confieso que se trata de un pésimo
rastreador sin su jinete. No dudo en ningún momento que mi unicornio intentó
con bravura regresar al lugar de la emboscada.
-Claro, claro… Me disculpo
si le he ofendido, señor Dwarf. Estoy seguro que los unicornios son fieles
hasta la muerte -afirmó el leñador, mientras su cabeza imaginaba al unicornio
comiendo zanahorias plácidamente sin ningún interés de ir al rescate de su
señor.
La luciérnaga y el enano descubrieron
rápidamente que se encontraban apresados en una mazmorra del castillo del rey
malvado Wicked. Afortunadamente no se alojaban solos. Tras las paredes que les
confinaban se escuchaban voces de auxilio.
-¡Hola! ¿Hay alguien ahí?
Puedo oírles. Somos los hermanos Watchman, de las tierras rojas.
-¡Qué alegría escucharles,
camaradas! Soy Dwarf el enano y he venido en su búsqueda. No teman, que aunque
me hallo apresado, haré todo lo oportuno para que regresen a la comarca -aseguró
el enano con valentía.
Los duendes centinelas, que
custodiaban las mazmorras, escucharon cómo los prisioneros intercambian
pareceres sobre lo acontecido, desde que los hermanos se hallaron desaparecidos
y hasta cómo Dwarf inició la cruzada por orden de la reina Queen. Los guardias
pronto informaron al rey y éste ordenó que el enano fuera conducido a la sala
real de audiencias. Mientras el prisionero Dwarf era trasladado ante el rey, la
luciérnaga misteriosa escapó de su celda gracias a una pequeña brecha
erosionada en la pared por las ratas. Dicha abertura se conectaba directamente
a la mazmorra de los hermanos Watchman.
-Mi querido enano Dwarf -expresó
con ironía el rey Wicked. Me sorprende que vuestra reina haya encomendado el
rescate de los guardianes a un bufón con su mascota. Desde luego, esto es un
claro ejemplo de que la reina no está en su sano juicio. Lo más conveniente
para ambos reinos, señor Dwarf, hubiera sido el destierro de la reina Queen. Creo,
mi querido enano, que usted solito se ha metido en la boca del lobo. Por cierto,
¿dónde está su mascota, ese unicornio devora zanahorias?
-Majestad. Subestima con
facilidad los designios de nuestra amada reina. Las tierras rojas y sus
comarcas han sido prósperas durante generaciones desde que, siendo princesa en
temprana edad, ocupó el trono con sabiduría. Si mi reina destinó esta gesta a
mi persona, será porque juré fidelidad y confianza hasta el mismo día en
que el reino de los cielos me reclame. Asimismo, no debe su majestad olvidar
las alianzas que aún mantiene la reina Queen con las ancianas brujas que habitan más allá
incluso de vuestro reino.
-Recuerdo a esa anciana
hechicera que me desterró de las tierras rojas y convirtió los límites
permitidos en mi prisión de por vida. Afortunadamente, desapareció hace muchos
ciclos lunares, y es por ello que reclamo lo que me fue despojado. La obediencia
y sumisión de los enanos será lo primero que dictamine cuando la reina abdique
a mi favor.
El leñador quedó perplejo y
casi mudo cuando el enano mencionó a la anciana hechicera. Lo primero que se le
vino a la cabeza fue que alguien de su aldea le estaba gastando una broma de
mal gusto. Para asegurarse que Dwarf se refería a la misma anciana, le rogó que
le diera una descripción detallada de la bruja. Sin lugar a dudas, se trataba
de la misma anciana. El leñador, por cautela, no reveló al enano que conoció a
la hechicera. Eligió esperar hasta el final para desenmascarar a los bromistas
que habían organizado semejante circo.
Esto va llegando al final. Quiero saber que se esconde tras esa anciana bruja.
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